El escritor Nelson Aguilera ha publicado una novela, recientemente, titulada Pedro Juan Cavallero – El patriota de la libertad.
Puede decirse con suficiencia que el lenguaje, la trama, las ideas, el desarrollo de las más diversas situaciones que van emergiendo, y el ambiente de aquellos tiempos acentuadamente marcados por la presencia opresiva del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, dueño y señor absoluto de tantas vidas paraguayas, están pulidamente elaborados, y eso es de valorar.
La lectura del material se instala con suma comodidad en el ánimo y en las expectativas del lector.
No hay vacilaciones de expresión en la novela, otro punto a favor de la misma.
Un elemento literario que debería considerarse de relieve es la fluidez que halló Nelson Aguilera para contarnos novelísticamente la vida del prócer de la patria. ¿Cómo dio un toque fluido a su obra ? Pues con una entrega laboriosa y metódica al libro que lo tenía ocupado, obviamente. Las razones del éxito de una empresa son también las razones del esfuerzo y del empeño.
Sin perseverancia, sin fuerza de voluntad, no se construye gran cosa.
Al entrar en el capítulo 1, ya asistimos a las tribulaciones y al postramiento moral que sufre Pedro Juan Cavallero en la cárcel.
Aquel hombre que habría de ser el gran impulsor de la Independencia del Paraguay caería, tiempo después, bajo las garras del Dr. Francia, acusado de conspiración.
El Karai Guasu, el supremo dictador, es una figura difícil dentro de nuestra historia, y su perfil, por decirlo así, ha desatado y seguirá desatando polémicas, discusiones y tomas de posturas.
Para algunos se justifican su extremismo, su mano de hierro. Para tantos es el prócer y el padre de la nacionalidad de la Patria.
El aislamiento era tan absoluto como oscuro en los tiempos de su rígido mandato. Nadie que guardaba cuidado de su integridad física y sentía temor por la seguridad de su familia osaba hacer la menor observación a sus gestiones gubernativas, pues él era el poder en primera persona.
En su figura y hasta en su sombra residía el poder absoluto.
La gente languidecía de melancolía y de tristeza en sus casas, cuyas puertas se cerraban rápidamente al atardecer, pues el país se había convertido literalmente en una gran cárcel. La delación estaba a la orden del día.
Para quienes observan otra realidad, la del respeto que se debe tener por la dignidad y los sentimientos de todas las personas, es un ser humano que sobrepasó todo límite, incapaz como fue del más mínimo acto de piedad con aquellos a quienes consideraba sus enemigos. Y Francia veía enemigos por todas partes. Y los infelices que caían bajo su dedo acusador sufrían todo tipo de vejaciones en las mazmorras, convertidas en un auténtico pudridero.
La novela nos presenta dos tiempos, que se desplazan en forma paralela. Ambos están manejados con mucha habilidad. Uno es el de la reclusión y cuanto sufre, moral y físicamente, en tales circunstancias, el capitán Pedro Juan Cavallero. Cierto es que casi todos los próceres de la Independencia cayeron presos; de su cotidianidad, de su manera de ir “sobreviviendo” a la penosa reclusión, nos cuenta, nos habla con firmeza lingüística (mezclando los datos históricos con los ficcionales) el autor.
El otro tiempo nos traslada a los primeros años de vida del protagonista, su llegada desde el interior del país a Asunción, sus estudios, sus amistades, sus amores juveniles, su casamiento con Juana, la mujer que le habría de dar siete hijos, y su conspiración, junto con otros jóvenes patriotas, contra el gobierno español.
Se pone de relieve la firmeza en los empeños libertarios que el capitán Pedro Juan Cavallero toma como la gran causa de su voluntad, y, también, de su destino. Pinceladas en torno a las costumbres del Paraguay de ayer, se deslizan con sensibilidad y frescura por este tiempo.
Pero es la forma de contar, de pintar los detalles, de registrar conductas, de ubicarse en las cavilaciones y en el ánimo de los distintos personajes que van desfilando por las páginas, lo que robustece esta novela, este esfuerzo literario.
Estamos ante una obra que emociona hasta los tuétanos y nos hace valorar la libertad en su real dimensión.
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