Creo que el libro «PARAGUAY: NOVELA Y EXILIO», de la ensayista Teresa Méndez -Faith es un verdadero clásico. El lenguaje es seguro. En todo tiempo y momento, el análisis es preciso. Se puede aprender de la obra la historia de ese personaje: el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, sobre el que Roa Bastos, el novelista y exiliado por excelencia, edificó su obra laureada con el Premio Cervantes.
Con prólogo, excelente, por supuesto, de nuestro escritor Rubén Bareiro Saguier, este estudio avanza desde los albores de la independencia hasta la época de la dictadura explicando que la literatura, concretamente, la novela del exilio, es una obra que retorna, a través de las letras, reiteradamente al país, a la patria.
¿Y cómo no habrían querido, desde su literatura, al menos, los escritores Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos volver a sus orígenes, a su pueblo, a su tierra? La literatura de Gabriel Casaccia es una literatura de denuncia (Los exiliados) y también es una literatura que revisa los intramuros de la decadencia de una sociedad (La babosa). Hijo de hombre es también una literatura de denuncia contra los atropellos a la dignidad de un pueblo llagado, marginado, excluido de los cielos, en el sentido metafórico del término.
¿Habría Augusto Roa Bastos escrito con la excelencia que lo definió si hubiera permanecido en el Paraguay, si no fuera condenado al exilio?
Por supuesto que no.
Los regímenes totalizadores no lo hubieran permitido. Por eso se explica que haya tanta obra literaria en el destierro. Cito nombres: Elvio Romero, Hérib Campos Cervera.
Ahora bien: Buenos Aires es la ciudad a la que iban a parar los intelectuales, artistas y escritores que representaban algún «peligro» contra el Gobierno represor en el poder.
En Buenos Aires se instalaban las nuevas ideas, los ismos, las corrientes filosóficas, y prendían su llamarada inquietando los talentos de gente como Augusto Roa Bastos, que definitivamente, en un ambiente asfixiado y asfixiante como el nuestro, no hubiera pasado de ser un interesante escritor.
Una obra es una persona.
Cinco son las novelas estudiadas en sus características de obras a partir del destierro o el exilio.
La visión del ser humano en la pluma de Gabriel Casaccia es derrotista. Casaccia «volvió» a Areguá a través de La babosa, pero fue mal entendido por sus compatriotas cuando su obra vio la publicación en Buenos Aires. Eso explica, de por sí, la visión chata de la gente, sometida a una existencia parecida a una larga, eterna siesta. Cansina, por supuesto.
La publicación de Hijo de hombre dio a Augusto Roa Bastos su afirmación plena como escritor, si bien con la aparición de El trueno entre las hojas ya había mostrado el perfil «�profundamente»� humano de su obra literaria.
Yo el Supremo es un libro muy complejo. Toda atención que se le pueda dar resulta poca. Los estudios sobre el texto nos muestran solamente una de las posibles versiones que movilizó a Augusto Roa Bastos a dar vida a aquel hombre que guardaba con celo la identidad territorial del Paraguay en épocas de confrontaciones y frecuentes atropellos a los derechos limítrofes del país.
En fin, este libro de Teresa Méndez-Faith, que es un lujo desde el punto de vista de la utilización de las comas y demás signos ortográficos, es lo mejor que se ha escrito sobre el tema de la literatura en el destierro. Amén.
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