Teodoro S. Mongelós. La pluma nunca acallada

Teodoro S. MongelósHay compositores e intérpretes del cancionero guaraní que siempre tendrán un lugar de privilegio dentro de nuestra memoria colectiva. ¿Por qué? Pues porque han sabido interpretar -cabalmente- el sentir del hombre de nuestra tierra, o sea del labriego, expresando las acentuaciones humanas de su entorno y los motivos de sus alegrías y de sus penurias.

Uno de esos inmortales creadores es el recordado Teodoro S. Mongelós. En el libro Teodoro S. Mongelós. La pluma nunca acallada, escrito por Daniel Torales, con la ayuda del Fondec, el lector podrá hallar facetas desconocidas del artista, como su versatilidad para realizar todo tipo de oficios para ganarse la vida. Era Teodoro un artista de múltiples aristas que ejecutaba con suma facilidad instrumentos tales como la guitarra, la flauta y el clarinete; aparte de eso se deslizaba con picardía por el mundo de la magia y de la teatralización, subiendo a los tablados de los sitios más dispares.

Teodoro Salvador Mongelós nació el 9 de noviembre de 1914, en Ypacaraí. Era un observador nato de la vida de los pobres, acaso porque a él le tocó vivir -a menudo- en la extrema pobreza.

Sus magníficas composiciones «Ha mboriahu», «Mboriahu» «Ñande rekove» y «Minero sapukái» expresan, con una elevada pulsación de concepto y de sentimientos, las penas y los desgarramientos que deben sobrellevar los seres humanos que son víctimas de la pobreza, de la prepotencia de los patrones y de la explotación por parte de los ricos.

Mongelós fue a la Guerra del Chaco como voluntario a los dieciséis años y cumplió la labor de radiotelegrafista. También, siempre consecuente con su pluralidad artística, hizo teatro en guaraní, acompañando al máximo exponente del teatro popular en el Paraguay, Julio Correa.

Cierto es que su economía se mantenía a menudo en estado de precariedad o absoluta insolvencia.

Cuando, afiliado al Mopoco, tuvo que partir rumbo al exilio, pues los vientos políticos que soplaban eran proclives a la dictadura, siguió componiendo en el Uruguay.

Y le ocurre una cachetada del destino: Su esposa, estando él en el destierro, lo convence para poner a su nombre todas las propiedades que tenía en el Paraguay. Teniendo la mujer de Teodoro S. Mongelós un documento que avalaba su poder absoluto sobre toda la pertenencia del artista, vende el negocio, la casa, los vehículos y desaparece para nunca regresar.

Pero más allá de las ruindades que en la vida se le aparecieron, Teodoro S. Mongelós supo siempre conservar un espíritu estoico.

Fumaba mucho.

Con cáncer de pulmón, falleció a los 51 años de edad, el 19 de mayo de 1966.

El autor de «Ha mboriuhu» es acaso uno de los más importantes referentes de la música de carácter social de nuestro país. Quien escucha esas letras y no siente algo en las venas acusa una indiferencia total hacia la vida y el dolor de los demás.

En las aulas de las escuelas y de los colegios primarios y secundarios debería enseñarse el papel que desempeñaron los artistas de nuestra patria.

El caso de Teodoro S. Mongelós es por demás emblemático.

Su arte puro y exquisito refleja la condenable explotación de la clase campesina, siempre olvidada, y siempre nombrada por los políticos de turno en vísperas de las elecciones.

Era un rebelde a conciencia.

Su única pertenencia era una botellita con tierra de su país, que lo acompañó en lugares tan distantes como diversos: Brasil, Argentina, Alemania y Venezuela.

El libro Teodoro S. Mongelós. La pluma nunca acallada se encuentra en venta en las principales librerías de Asunción.

Todo está perdido

Libre cual brisa de la mar un día
las calles recorría
en suelta vaguedad;
y en la mágica red de tu mirada,
cual siempre despiadada,
perdí mi libertad.

Luego, una chispa de sonrisa ardiente
vino a encender mi mente
en llamas de ilusión;
y soñando inocente como un niño,
al ganar tu cariño
perdí mi corazón.

Mas la hoguera también hase apagado,
acaso al soplo helado
de tu cruel desdén;
y hoy la dicha soñada de tu seno,
de mil placeres lleno,
perdida está también.

Sé que la rosa de tus labios pura,
jamás con su hermosura
mis labios tocará,
y hasta la luz de la esperanza mía,
también desde este día
miro perderse ya.

Otro amor en tu pecho inmaculado,
holgándose a tu lado,
su edén encontrará;
yo solo espero como bien la muerte,
pues para mí, al perderte,
perdido todo está…

Delfín Chamorro



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