Hoy toca volver sobre el uso que hacemos del lenguaje. En esta ocasión, te traigo un artículo en el que analizo algunos conceptos cuyos matices a veces olvidamos y que, recordarlos puede sernos de gran utilidad para comunicarnos correctamente.
Al igual que el resto de los textos incorporados en nuestra sección Taller Literario, éste hace pie en diversas publicaciones de la Página del Español Urgente y el Diccionario Panhispánico de Dudas. Dos rincones que no deberías perderte si quieres aprender y utilizar cada día mejor nuestro idioma.
Entre ‘migrar’, ‘emigrar’ e ‘inmigrar’ hay un país de distancia
Una palabra con la que tenemos problemas es ‘migrante’. Su utilización como sinónimo de extranjero la ha convertido en reemplazo de otras más apropiadas. Y esto, evidentemente, molesta a quienes prefieren hacer un uso del lenguaje más tradicional.
Ahora bien ¿es correcto llamar de este modo a los extranjeros? Sí, lo es, y sin embargo, la extranjería (que se dice rápido) incluye una serie de pérdidas y cambios que pueden plasmarse mejor con otros términos, dependiendo de la perspectiva con la que se lo mire.
El término ‘migrante’ sirve tanto para referirse al acto de emigrar como de inmigrar (ambos son realizados en el cambio de país). A simple vista no tenemos claras las diferencias entre estas dos palabras, pero hay un claro matiz que las diferencia y que veremos aquí.
Según el diccionario de la RAE, el significado de estas dos palabras es:
Todo depende de la perspectiva con la que se analice el viaje, es decir, se observe al extranjero. Cuando se trata de una mirada desde el país de origen (que el individuo abandona) se dice que las personas emigran, es decir, son emigrantes. Mientras que si la perspectiva se establece desde el país al que arriba, el término adecuado es inmigrante.
Cuando en los medios de comunicación se hace referencia a los ‘migrantes’ para referirse exclusivamente a los extranjeros que intentan establecerse en el país desde el cual se establece esa mirada, se está cometiendo un pequeño descuido; lo más apropiado sería hacer referencia a ellos como inmigrantes, para ser más precisos en la comunicación. No obstante, se permite el uso de la otra palabra, dado que se ha vuelto absolutamente popular.
Teniendo en cuenta estas cuestiones, no estaría nada mal intentar dotar a nuestra comunicación de esos matices que la enriquecen y que nos permiten alcanzar una mayor precisión. No obstante, aclarados estos detalles, podemos tener presente esta definición que nos dejan en Fundéu:
La ambigüedad detrás de la expresión ‘violencia infantil’
Cuando hablamos de ‘violencia infantil’ podemos hacerlo refiriéndonos a dos ideas absolutamente opuestas: al ejercicio de la violencia por parte de los niños o al sufrimiento de ella como víctimas. Esto se debe a que la expresión presenta una ambigüedad que hay que tener en cuenta.
Cuando usamos el adjetivo ‘infantil’ debemos tener en cuenta que su significado es perteneciente a los niños. Esto de alguna forma justifica que ambas expresiones sean válidas; sin embargo, si queremos evitar esta ambigüedad podemos buscar una mayor precisión. En ocasiones por el propio contexto de lo que se está diciendo se puede enteder el sentido de la frase, sin embargo, no siempre es así.
En este caso la perspectiva pone a los niños como víctimas de la violencia; sin embargo, podría perfectamente hacer alusión a la violencia que ellos ejercen. Para evitar confusiones convendría que nos decantáramos por frases como:
En el siguiente ejemplo, cuyo sentido procura ser que los niños son quienes ejercen la violencia, tampoco queda del todo claro el significado si tomamos la frase fuera de contexto:
Sin embargo, ¿qué pasaría si modificásemos ligeramente la frase? ¿A que la cosa mejora un poco?
Y hasta aquí llegan los consejos de hoy. Volveré pronto con más ideas para mejorar nuestra comunicación. Mientras tanto te animo a pasarte por nuestro Taller Literario donde podrás encontrar una gran variedad de artículos de esta categoría.
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