Prosodia

De acuerdo a la información difundida por la Real Academia Española, el término prosodia, que se utiliza para hacer referencia a esa rama de la gramática que establece la pronunciación y acentuación correcta, deriva del latín prosodĭa, un vocablo que, a su vez, procede de una palabra de origen griego.

Además de ser esa porción de la lingüística que analiza y representa de modo formal a ciertos componentes no verbales propios de la expresión oral (tales como la entonación, los tonos y los acentos), la prosodia abarca el estudio de los rasgos fónicos que afectan a la métrica y a las unidades inferiores o superiores al fonema.

En relación a los propósitos, puede decirse que la prosodia tiene una función integradora por dividir el hilo fónico en espacios que garantizan la comprensión del enunciado y, por otra parte, posee un sentido delimitador por segmentar al discurso en unidades menores vinculadas a su estructura profunda, tal como se puede apreciar en oraciones como «recuperé la bicicleta rota» y «recuperé la bicicleta, rota».

Con el paso del tiempo, la prosodia dejó de generarse a través de reglas establecidas a partir de estudios lingüísticos para pasar a determinarse en base a métodos estadísticos que sirven para constituir modelos prosódicos de forma automática.

Dentro de la formación de estos modelos pueden analizarse cuatro características básicas: la duración segmental, su intensidad, las pausas y los movimientos melódicos. Ante estas particularidades, es importante aclarar que la entonación determina la evolución de la frecuencia fundamental, mientras que el ritmo incluye tanto la duración de cada uno de los signos de síntesis, así como también la localización y duración de las pausas.

Como resulta evidente, esta rama de la lingüística que agrupa al conjunto de fenómenos fónicos que abarca más de un fonema o segmento posee un rol clave en la organización e interpretación del discurso, además de transmitir información sociolingüística, emotiva y dialectal.