La lingüística es la ciencia cuyo objeto de estudio es la lengua. De esta forma, se dedica al análisis de la naturaleza y las leyes que rigen el lenguaje. Claro que, dentro de la lingüística estructural, es posible concretar el estudio de la lengua de distintas formas.
Ya sabemos que la lengua que hablamos en la actualidad es el resultado de una evolución histórica. Es decir, no hablamos igual que nuestros antepasados, mientras que nuestros hijos o nietos no hablarán igual que nosotros. La lengua, como sistema, varía con el paso del tiempo.
En este sentido, puede hablarse de dos tipos de lingüísticas: una evolutiva, que se basa en la diacronía, y otra estática, que se centra en la sincronía.
A la hora de analizar los fenómenos lingüísticos, la diacronía se ocupa de los aspectos históricos y evolutivos de la lengua. En cambio, la sincronía se encarga de la lengua en un momento determinado, como un conjunto organizado de elementos dados simultáneamente.
La sincronía sólo se basa en la perspectiva de los sujetos hablantes. Su método consiste en recoger testimonios. En la lingüística diacrónica, en cambio, podemos distinguir entre dos perspectivas: la prospectiva y retrospectiva.
En definitiva, la lingüística sincrónica está enfocada a la lengua, como una asociación de nivel de lo virtual. La lingüística diacrónica está orientada al habla (nivel de lo real).
Cabe destacar que la idea de sincronía no se refiere a la actualidad. Puede realizarse un estudio sincrónico acerca del castellano que hablamos hoy en día, pero también sobre el castellano de hace tres siglos, por ejemplo. La sincronía se refiere a la simultaneidad de signos lingüísticos en un breve periodo cronológico. Supone el estudio del estado de la lengua en un momento determinado, dejando de lado la acción del tiempo sobre ella. Podría afirmarse, entonces, que un estudio sincrónico es como una fotografía, ya que estudia los elementos de forma estática.
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