A diferencia del sujeto simple o el tácito, entre otras clases, el sujeto histórico no es un concepto vinculado al análisis de una oración, sino que está asociada a la figura de un ente social capaz de transformar la realidad y, a partir de ello, generar historia.
Por supuesto, esta característica relacionada a la trascendencia varía según el contexto en el que se aborde la idea. En este sentido, puede decirse que, mientras desde una visión providencialista sólo Dios es el protagonista de la Historia y su sujeto real debido a que él es el creador del universo y todo lo que ocurre está contemplado en su plan para salvar a la humanidad, la postura institucionalista sostiene que el sujeto histórico está representado en las instituciones tales como el Imperio Romano, la Monarquía Feudal o el Estado Liberal, entre otras, ya que sobreviven al individuo y permiten distinguir a cada fase de la historia.
Por su parte, la interpretación surgida a partir del hombre individual pretende valorar a la antigüedad al señalar que los que hacen la historia son los hombres que consiguen destacarse en diversos ámbitos y hasta llegan a ser considerados héroes. A diferencia de esta ideología, la microhistoria sostiene que los sujetos históricos son aquellos elementos o individuos intrascendentes que permiten reconstruir el pasado desde un punto de vista original, así como también pueden serlo las fuentes orales o las voces de una minoría.
Desde una perspectiva marxista, en cambio, el sujeto histórico simboliza a las clases sociales por ser ellas las que, mediante la formación social histórica, resumen los intereses económicos, los modos de producción y las relaciones de poder de cada momento y lugar. Asimismo, la mirada libertaria plantea al sujeto histórico como un sector social definido por su rol en torno al poder político.
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