LA PANTULERA MANCHURRADA
El pequejuno de la saca de la praturela, por la matinelina, con el soletero doletando en la fucara, salito en el barrutero y picajeando la chuluteca se manchurró la pantalera.
– ¿Qué has pifilado, pequejuno? Ahora tentiraré que restragatar mucho y la pantalera nuneca la tenedriremos como al casur del alcamasacen. No vamos a contineter para los dimaningos y habrá que continentar una pantalera de novelatines en las rebanitas.
Nines de Andrés del Palacio
Este es uno de los ejercicios que la escritora y poetisa Juana Castillo manda hacer a una de las integrantes de su Taller Literario Pluma y Tintero. Estamos ante una jitanjáfora, que le dicen. La misma es un enunciado carente de sentidos que pretende conseguir resultados eufónicos.
El libro, cuyo título es Un sueño dorado, fue publicado en julio del año 2008. Contiene textos literarios de Adriana Salcedo, Ángeles de Andrés, Gloria Grau, Isabel Fraile, Pepi Núñez y la directora del grupo, Juana Castillo.
La editora escribe, en la parte inicial del texto, que el trabajo conjunto, el taller, se da con cinco alumnas. Tres reciben las clases a través de Internet y dos de forma presencial.
A mí me alegra sobremanera esta edición. Pero ya sabía yo de tal taller, y lo percibía íntegro y alentador así como variado y motivador de la sensibilidad poética y narrativa del alumnado, pues Juana Castillo tiene madera de escritora y de líder grupal.
Vamos al método:
Se hace un trabajo exhaustivo; cada miembro del grupo, presencial y de Internet, busca (cada vez un tema para que no les toque el mismo a la misma persona): la biografía del autor, historia de la época, escritores, músicos, pintores contemporáneos al autor estudiado, avances científico-técnicos… Es decir, se hace un estudio global de todo lo que pudo ver, oír, leer y vivir el autor en cuestión. Luego los trabajos consisten en, una vez bien estudiado el relato, escribir uno inspirado en el original.
Por estas cosas que he venido explicando y acomodando dentro de la técnica de enseñanza de Juana Castillo, y tras leer detenidamente el libro Un sueño dorado, vengo a concluir que el alumnado tiene que someterse a un riguroso trabajo (como debe ser, pues la improvisación no vale, no sirve) para luego exponer al criterio del lector sus obras, que son variadas, ciertamente.
Cito: Relatos inspirados en «La tristeza» y «En la oscuridad» de Anton Chejov así como otros autores clásicos: Giovanni Boccaccio, Dino Buzzati, Marguerite Yourcenar, Truman Capote.
Luego viene algo de perversidad e hilaridad en el relato que puede dejar rascándose la cabeza al lector, pues poco saca en limpio (del texto) salvo la retórica. Me refiero al trabajo impartido que se llama «Jugando con la Retórica» y que, según mi manera de ver, la literatura empuja al escritor a ensayar su lado recreativo.
Después aparecen las hipérboles, los relatines, los relatos que son anécdotas o anécdotas que se convierten en relatos, los relatos con «personajes emboscados», los relatos premiados, y los poemas.
¡Excelente libro, magnífica siembra!
Comentarios1
Complicado pero interesante.
Pero yo creo, que la práctica es necesaria.
Sino sería difícil leer un libro así.
Bueno pero a través de la curiosidad, se explora.
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