Él venía en las tardes
en las rigurosas tardes de calor.
aletargada
y consciente y ajena de extrañezas.
cuándo vendrá
a estrangular mi sexo
con sus espasmos recodos e infinitudes
ansiaba sus llegadas
era la durmiente que esperaba a su espíritu
No hay diálogos entre los dos
o acercamientos de rostros
o roces de pieles
o los alientos que invaden al ser
entrando por la boca
a través de los besos y
los desesperos
No hay miembros visibles
de ninguna forma
una entrega inmediata
anhelada
como nunca gemida y poseída
Cómo serán sus gemidos
sus latidos
o sus desesperos
nada me inquieta de él
no escuchar su voz
o no poderlo tocar
es un juego de conciencias
no apareadas
no dispuestas para el reconocimiento mutuo
¿soy la amante de un espíritu
o un espíritu es mi amante?
No penetrada como él lo hace
prolongada
hasta llegar a mi muerte
a su muerte
él me funde a su muerte
son hondos los gemidos, repito
los escucho:
¿en mi ensueño
o en mi espíritu
extendido en su espíritu?
Él viene de a poco
no lo necesito
no lo confronto
la felicidad es gratuita entre los dos
sin palabras acertijos o mentiras
en la más dulce brevedad del ser que él ya no pretende
lo dejo vivir
en mis instantes de gozo
en la frescura de su animalidad invisible
Soy amante de un espíritu
un espíritu es el amante de mi cuerpo
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Rafael Merida.
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