Traes en tu cuerpo la leyenda
de un navegante cansado.
Es tan grato, en silencio,
descalzarte de barcos,
recoger de tus ojos
las sirenas perdidas,
las redes enlamadas,
los sonidos ocultos de las olas.
Te espero cada noche
cuando levantas anclas en mi espacio
y una lluvia de estrellas
te hace perder el rumbo
y un enjambre de peces y caricias
nos recobra el naufragio tan deseado.
Cómo darte las gracias
por la luz palpitante de aquel faro,
por el sonido suave de los remos
en esta noche grande.
Es más amplio mi pecho.
Hoy le caben los puertos,
hoy que encallas
tibiamente
junto a mí.
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