Cuerpo, soledad, fantasma mío,
hoy descubro que existes y eres hermoso.
Has alcanzado el esplendor de los antiguos imperios
y contemplo pájaros y peces
que vienen a morir a tu orilla.
Buenas noches, la ciudad está temblando en ti.
No sé si es mía esta fragilidad, si es dolor,
o si es el sabor dulce de los muchachos
que llegaron tardíamente.
Habrá veranos, vendrán palomas otra vez
sobre el arco de tu espalda.
Cuerpo mío, frontera donde mis semejantes
se pudren y festejan
te regalo a las cámaras fotográficas,
a la luz, a los ojos que quieran contemplarte;
me deshago de ti, me burlo
porque no sabes conducirme
más allá del momento donde estoy
contradiciendo, hablando con los dioses.
En ti entran los forasteros, ladrones
que miro con cierta repugnancia y placer.
Ya estás repartido, ya no existes,
eres sólo una libélula revoloteando sobre el fuego,
una flecha señalando la oscuridad
hacia donde vas a partir
y en la cual te contemplo, a contraluz,
aún hermoso,
trampa donde se viene a mori
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