Discurso en loor de la poesía (I)

Clarinda

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La mano y el favor de la Cirene,
a quien Apolo amó con amor tierno;
y el agua consagrada de Hipocrene,

y aquella lira con que del Averno
Orfeo libertó su dulce esposa,
suspendiendo las furias del infierno;

la célebre armonía milagrosa
de aquel cuya testudo pudo tanto,
que dio muralla a Tebas la famosa;

el platicar suave, vuelto en llanto
y en sola una voz, que a Júpiter guardaba,
y a Junio entretenía y daba espanto;

quisiera que alcanzaras, Musa mía,
para que en grave y sublimado verso
cantaras en loor de la Poesía.

Que ya el vulgo rústico, perverso,
procura aniquilarla, tú hicieras
su nombre eterno en todo el universo.

Aquí, Ninfas del Sur, venid ligeras;
pues que soy la primera que os imploro,
dadme vuestro socorro las primeras.

Y vosotras, Pimpleides, cuyo coro
habita en Helicón, dad largo el paso,
y abrid en mi favor vuestro tesoro;

de el agua medusea dadme un vaso,
y pues toca a vosotras, venid presto,
olvidando a Libetros y a Parnaso.

y tú, divino Apolo, cuyo gesto
alumbra al orbe, ven en un momento,
y pon en mí de tu saber el resto.

Inflama el verso mío con tu aliento,
y en l’agua de tu trípode lo infunde,
pues fuiste de él principio y fundamento.

¿Mas en qué mar mi débil voz se hunde?
¿A quién invoco? ¿Qué deidades llamo?
¿Qué vanidad, que niebla me confunde?

Si, ¡oh gran Mexía! En tu esplendor me inflamo,
si tú eres mi Parnaso tú mi Apolo,
¿para qué a Apolo y al Parnaso aclamo?

Tú en el Perú, tú en el Austrino polo,
eres el Delio, el Sol, el Febo santo;
sé, pues, mi Febo, mi Sol y Delio solo.

Tus huellas sigo, al cielo me levanto
con tus alas; defiendo a la poesía:
Fébada tuya soy, oye mi canto.

Tú me diste precepto, tú la guía
me serás, tú que honor eres de España,
y la gloria del nombre de Mexía.

Bien sé que con intentar esta hazaña
pongo un monte, mayor que Etna el nombrado,
en hombros de mujer, que son de araña;

mas el grave dolor que me ha causado
ver a Helicona en tan humilde suerte,
me obliga a que me muestre tu soldado.

Que en guerra que amenaza afrenta o muerte,
será mi triunfo tanto más glorioso
cuanto la vencedora es menos fuerte.

Después que Dios con brazo poderoso
dispuso el caos y confusión primera,
formando aqueste mapa milagroso;

después que en la celeste vidriera
fijó los signos, y los movimientos
del Sol compuso en su admirable esfera;

después que concordó los elementos
y cuanto en ellos hay, dando precepto
al mar que no rompiese sus asientos;

recopilar queriendo en un sujeto
lo que criado había, al hombre hizo
a su similitud, que es bien perfecto,

de frágil tierra y barro quebradizo
fue hecha aquesta imagen milagrosa,
que tanto al autor suyo satisfizo,

y en ella con su mano poderosa
epilogó de todo lo criado
la suma, y lo mejor de cada cosa.

Quedó del hombre Dios enamorado,
y dióle imperio y muchas preeminencias,
por Vicediós dejándole nombrado.

Dotóle de virtudes y excelencias,
adornólo con artes liberales,
y dióle infusas por su amor las ciencias.

Y todos estos dones naturales
los encerró en un don tan eminente,
que habita allá en los coros celestiales.

Quiso que aqueste don fuese una fuente
de todas cuantas artes alcanzase
y mas que todas ellas excelentes;

de tal suerte, que en él se epilogase
la humana ciencia, y ordenó que el darlo
a solo el mismo Dios se reservase;

que lo demás pudiese él enseñarlo
a su hijos, mas que este don precioso
sólo el que se lo dio pueda otorgarlo.

¿Qué don es éste? ¿quién el más grandioso
que por objeto a toda ciencia encierra,
sino el metrificar dulce y sabroso?

El don de la poesía abraza y cierra,
por privilegio dado de la altura,
las ciencias y artes que hay acá en la tierra,

esta las comprende en su clausura,
las perfecciona, ilustra y enriquece,
con su melosa y grave compostura.

Y aquel que en todas ciencias no florece,
y en todas artes no es ejercitado,
el nombre de poeta no merece,

y por no poder ser que esté cifrado
todo el saber en uno sumamente,
no puede haber poeta consumado.

Pero serálo aquel más excelente
que tuviera más alto entendimiento
y fuere en más estudios eminente.

Pues ya de la Poesía el nacimiento
y su primer origen ¿fue en el suelo?
¿o tiene en la tierra el fundamento?

¡Oh Musa mía!, para mi consuelo
dime dónde nació, que estoy dudando.
¿Nació entre los espíritus del cielo?

Estos a su criador reverenciando
compusieron aquel Trisagio trino,
que al trino y uno siempre están cantando.

Y como la poesía al hombre vino
de espíritus angélicos perfectos,
que por conceptos hablan de continuo,

los espirituales, los discretos
sabrán más de poesía, y será ella
mejor mientras tuviere más conceptos.

De esta región empírea, santa y bella
se derivó en Adán primeramente,
como la lumbre deifica en la estrella.

¿Quién duda que, advirtiendo, allá en la mente
las mercedes que Dios hecho le había
porque le fuese grato y obediente,

no entonase la voz con melodía,
y cantase a su Dios muchas canciones
y que Eva alguna vez la ayudaría?;

y viviendo después entre terrones,
comiendo con sudor por el pecado,
y sujeto a la muerte y sus pasiones;

estando con la reja y el arado,
¿qué elegías compondría de tristeza,
por verse de la gloria desterrado?

Entro luego en el mundo la rudeza
con la culpa; hincharon las maldades
al hombre de ignorancia y de bruteza;

dividiéronse en dos parcialidades
las gentes; siguió a Dios la más pequeña,
y la mayor a sus iniquidades.

La que siguió de Dios el bando y seña,
toda ciencia heredó, porque la ciencia
fundada en Dios al mismo Dios enseña.

Tuvo también y en suma reverencia
al don de la Poesía, conociendo
su grande dignidad y su excelencia.

Y así el dichoso pueblo, en recibiendo
de Dios algunos bienes y favores,
le daba gracias, cantos componiendo.

Moisés, queriendo dar sumos loores,
y la gente hebrea, a Dios eterno,
por ser de los egipcios vencedores,

el cántico hicieron dulce y tierno
(que el Exodo celebra) relatando
cómo el rey Faraón bajó al infierno.

Pues ya cuando Jahel privó del mando
y de la vida a Sísara animoso,
a Dios rogando y con el mazo dando.

¡Qué poema tan grave y sonoroso
Barac el fuerte y Débora cantaron,
por ver su pueblo libre y victorioso!

La muerte de Goliat celebraron
las matronas con versos de alegría,
cuando a Saúl con ellos indignaron.

El rey David sus salmos componía,
y en ellos del gran Dios profetizaba;
¡de tanta majestad es la poesía!

El mismo los hacía y los cantaba:
y más que con retóricos extremos
a componer a todos incitaba.

“Nuevo cantar a nuestro Dios cantemos
(decía) y con templados instrumentos
su nombre bendigamos y alabemos.

“Cantadle con dulcísimos acentos,
sus maravillas publicando al mundo,
y en él depositad los pensamientos”.

También Judit, después que al tremebundo
Holofernes cortó la vil garganta,
Y morador lo hizo del profundo,

Al cielo empíreo aquella voz levanta,
Y dando a Dios loor por la victoria,
Heroicos y sagrados versos canta.

Y aquellos que gozaron de la gloria
En Babilonia estando en medio el fuego
Menospreciando vida transitoria,

Las voces entonaron con sosiego,
Y con metros al Dios de las alturas
Hicieron fiesta, regocijo y juego.

Job sus calamidades y amarguras
Escribió en verso heroico y elegante;
Que a veces un dolor brota dulzuras.

A Jeremías dejo, aunque más cante
Sus trenos numerosos, que ha llegado
Al Nuevo Testamento mi discante.

La Madre del Señor de lo criado,
¿no compuso aquel canto que enternece
al corazón más duro y obstinado?

“A su señor mi ánima engrandece,
y el espíritu mío de alegría
se regocija en Dios y le obedece”.

¡Oh dulce Virgen, ínclita María!
no es pequeño argumento y gloria poca
esto para estimar a la Poesía:

Que basta haber andado en vuestra boca
para darle valor, y a todo cuanto
con su pincel dibuja, ilustra y toca.

¿Y qué diré del soberano canto
de aquel a quien, dudando allá en el templo,
quitó la habla el Paraninfo santo?

a ti también, ¡oh Simeón!, contemplo,
que abrazado a Jesús con brazos píos,
de justo y de poeta fuiste ejemplo.

El Hossana cantaron los judíos
a aquel a cuyos miembros con la lanza
después dejaron de calor vacíos,

mas ¿para qué mi musa se abalanza
queriendo comprobar cuánto a Dios cuadre
que en metro se le dé siempre alabanza?

Pues vemos que la Iglesia nuestra madre
con salmos, himnos, versos y canciones
pide mercedes al Eterno Padre.

De aquí los sapientísimos varones
hicieron versos griegos y latinos
de Cristo, de sus obras y sermones.

Mas ¿cómo una mujer los peregrinos
metros del gran Paulino y del hispano
Juvenco alabará siendo divinos?

De los modernos callo a Mantuano,
a Fiera, a Sannazaro, y dejo a Vida,
y al honor de Sevilla, Arias Montano.

De la parcialidad que desasida
quedó de Dios, negando su obediencia
es bien tratar, pues ella nos convida.

Esta, pues, se apartó de la presencia
se Dios, y así quedó necia, ignorante,
bárbara, ciega, ruda y sin prudencia.

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