Busqué, en la espesa niebla,
un rayo cristalino.
Laceraron mis pies
las piedras del camino.
Rasgué la oscuridad
en busca del destino
,
y sólo hallé la nada.
Entonces -ya cansada-
quise oír el latido
de tu pecho de hombre;
y al hurgar en el fondo
de mi mente obcecada,
sentí que me quemaba el eco de tu nombre!
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