Desprendo una hoja, cada día,
del calendario, que me mira atónito
,
y,
en el desgarre que mi impaciencia deja,
creo escuchar
del número que fue, una débil queja.
La culpa no es de nadie;
no del día que pasa
,
ni de la noche,
que transcurre
amparada en la luz ya mortecina
de una lámpara antigua
,
ni del mismo destino, quizá,
ni de la vida
¿De quién será?_me digo,
mientras mis dedos
arrancan una hoja cada día
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