Que vuelvas a ver la enorme catedral
y la erizada Capilla
y sientas el paso distante, los rumores
de los Cruzados y de San Luis.
Que vuelvasa la calle Monsieru le Prince
para asomarte a los escaparates
y, luego, en la calle Vavin,
a los inventos de los herboristas
y su lento prodigio -la invisibilidad de los olores.
Que vuelvas a recoer el brillo
de una escritura anhelada
en las tardes coyoacanenses.
Que abraces los árboles
y bebas el agua dulce
junto al amargo mar resplandeciente.
Que te inclines una vez más y siempre
sobe mi rostro
y que yo abra los ojos para verte.
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