Si la hojarasca en niebla se convierte
yo dejo la ventana y voy, amado,
en busca de tus sábanas. Me acuesto
con paños de mi fiebre en tu costado.
Qué amor tan taciturno es este sueño:
llegar ya tarde a noches de relámpagos,
ya tarde a los ocasos, no morirnos
cual árbol de oro viejo al pie de un astro.
Mi sueño es sólo un verso de crepúsculo,
un lobo de ojos tristes reclinado
sobre su mal pues se perdió en el bosque
y el viento en sus oídos es engaño.
Esta manera de quemarme el alma,
este morirme sin haber sangrado,
esta costumbre perra de quererte,
este quedarme entera en tu costado.
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