Mis mujercitas pensadoras, mustias,
que llevan por sombreros dos palomas:
un taciturno verso las persigue
porque los lirios por su herida aroman.
Yo sé la nada pálida que cantan
y la estrellada noche que no nombran.
Sus versos son relámpagos quebrados
y flores arrancadas como bocas.
Yo sé, yo supe que se van muriendo
pues ya no son las mismas sino sombras
de algún querer lejano y maldecido.
En sus miradas caen mariposas.
Si fueran aves de alegría y frutas,
pero ya secas llamas las devoran.
¡Ay! silenciosas, hijas del espanto
y del decir más triste que enamora.
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