Eran las eras grises mensajeras,
eran las mensajeras de las eras,
eran las mensajeras de las horas,
eran ya sin mensaje las auroras.
J.E. Cirlot
¿No veis esa mujer que vuelve de las aguas,
que rebrota del mar y nada tiene
sino un verso de luz, posado en las dos manos?
¿Y no sabéis del mito de ella, purificada,
descompuesta en el fuego de la vida,
dando a beber al hombre de su boca,
navegando en el círculo, donde las aves son
pensamientos del otro que descansa?
Ya a nada tendrá miedo.
Ha regresado, muerta, del silencio,
ha venido a la vida de las algas,
envuelta de naufragios, oxidada,
con los corales rotos y la faz toda blanca
-lleva un verso en sus manos, no lo olvides-.
Descalza, va bajando las corrientes,
olvidando ese agua que la deshizo, vuelve
con la mirada fija en un bramante
territorio de amor. Retorna enarenada,
con su velamen yerto,
su cabellera espesa y sus jardines
rebrotados de cieno y violetas.
Con la cabeza erguida cruza por la ciudad,
que es ahora naufragio
del mar que la devuelve. Sabe que ella, la sola,
la muchacha palmípeda, la gris alada, siempre,
conquistará la luz de la mañana
para tornarla -azul- en noche amanecida
y amarrar en la quilla de ese buque
y elevar, contra él, su mascarón
de terrible madera que lo abrase,
lo detenga en el mar
de la corriente sorda de las cosas
y le haga brotar
un magma incandescente y el amor
vaya siempre a deriva de sus horas.
Ella, la tan sumisa al miedo,
se libera de él,
porque el amor la vuelca y la contiene,
porque el amor la incendia y ya no hay mar
donde apagar el fuego,
porque el amor le dona un nombre diferente
y ya no es Alfonsina,
sino María, viva -muerta, en otro, de amor-:
María Celeste.
María enaltecida entre la sombra,
María en esa casa
donde Pablo guardara sus mil llaves
-transformadas en una, que la abre-,
María de la furia ya entregada,
disminuída, rota,
desnuda ante los pies de ese marino
que dejara Cernuda en su silencio,
buscando, tal Leonor, la pluma del poeta,
irrumpiendo en la sal de la sorpresa,
no mirando hacia atrás, sino hacia él, sólo,
con esa ventolera
descabellada y loca del amor.
Girando, locamente, como brújula
y el tiempo ya hechizado en su quietud:
porque todo retorna, con él, a ser posible.
Todo renace así,
debajo de las aguas de las nubes.
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Es un poema hermosamente doloroso !!!
Es un poema de LIBERACION. Es un canto a la vida y a la esperanza. Para aquellas mujeres que han tenido miedo al amor. Es un Bellísimo. Es un RENACER a una vida diferente. Bellísimo
¡guau! ¡ esto es bellísimo ! Me he quedado 'azul' y sin aire
Un verso realmente bello.... Nadie sabe lo que es la pena de perder de un amor cuando muere... A veces las cosas de la vida llegan, sin que las pidas, como lo q a mi me paso, nunca pedi que él muriera... era lo que el destino deparado para él..... y Ahora solo se que lo extraño
La hermosura de la vida, cuando se ve muerta. El agua nos inspira con claridad como llega la vida. La misma agua nos dice el destino que llevamos en el despertar de los años.
Este y otros poemas son bien bonitos,asi nos ensena hacer mas cultos y mejores.Todo lo que se hace sin amor esta guiado al fracaso.Si el amor fuera una enfermedad que viva el estado de coma.
Con mucha imaginación interior, con luz y dolor...
Dices bien el amigo poeta, con ojos de poeta, deja de ser Alfonsina, para ser la mujer representando al amor, renaciendo desde el fondo de todas las aguas claras...deseo profundo inspirado también en la mas inmensa pena . Poesía, muerte yvida, señales en el camino por donde el hombre transita.Bello, triste y profundo.
Rafael.
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