Rota y muerta, Señor, tan astillada
y pertrecha y fugaz y arrepentida
y segura y dudosa oscurecida,
triunfadora y vivaz, muy humillada,
blanca y limpia, Señor, y arrodillada,
pendenciera, Señor, y consentida,
quejumbrosa, Señor, y enmudecida,
retadora, Señor, y enamorada,
voy volviendo hacia ti, mi Dios ignoto,
a morar en tu luz que no se apaga
-siendo yo cada trozo de un yo roto-.
A pedazos, Señor, como una daga,
como un mar de mil caras, ola a ola,
aquí me tienes, Dios, soy Alberola.
Volver a Dolors Alberola
¡Bellísimo!, y no hay mejor consuelo, para el creyente, que entregarse a Dios, cuando uno se siente destrozado, El compondrá todo en nosotros, eso si, después siempre debemos tenerlo presente.
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