I
De diadema incierta por quimera que mudara
lo que tanto antes y de día jadeante afeitando
al fileno que por encima sigiloso merodeaba
la alcoba y al cabo del día la inclinación veía
como las bragas rasgando con íntimo pánico
de oso hundido en un tarro de miel elemental
della que pasaba por mariposeante en pavura
de folganzas tan bien ululadas hacia el tálamo
donde dormido el destello con furor de humo
fofo, de sombroso obús en espejo de bofes y
de cifras que sumaban la espesura del monte
de quienes aliados a sus estrépitos hilaban la
res al himeneo entre cifras fusiladas que oían
la penúltima desaparición de la luz al secarse
y si por cuernos pusieron mote a los amantes
fue de ellos rondar la espesura y supieron de
pasos de pájaro en el tejado del enamoradizo
de un alud continuo y no duermen ni Picasso.
En noche nueva bajo el cielo vieron todo eso
y lo que está visto, ni la herradura lo borrará.
Dime si vimos la anguila ajada por su desove,
el hueco horizontal de tan húmedo amasío en
llamas o un beso de sospecha saliendo de los
labios y una rápida luciérnaga a ganar el lodo
y ningún bufón con que tiritando y sin saber
si por tiritar para limarse en el apeo el oropel
o tras la curvatura del cromosoma con el sol
iluminando al descubrir la velocidad de todo
y talado se escabulla en una broza de endejas
vencidas por espadachines, pero queda entre
la fe de las pudendas y el cortejo de los ojos
esa forma de ser, la continuación del poema
que merece en el polvo, el sisal del desastre.
II
De lo que folgara, augurio que corzas acicala
como ésta que ha durado tres meses y un año
feriado después del día donde yo perseguido
por la calenda capicúa de ser el cerdo tercero
de una pasmosa lista de apenas dos cochinos
que náufragos en la cerrazón de un camalote
quieren saber de dónde la duda que adoncela
si de boda robada a una novia o por lámpara
a punto de decir donde dormita el desdichado
que en la cópula del minotauro se desmaya y
no sabe si amazona será la que llena llega en
montura de místicas muselinas llegando a su
símil de azoramiento en aquel oscuro pistilo,
pero la noche debe ser si la negra garúa sale
con el sol caído, sin casmodia ni lorza feroz
y dime si habrá mañana después de ahora en
la rosa y en tanta la copia de buey escamado
que pregunta por la paz que no pasa puesto
que nada el mar en sus olas y en la natación
de lo respirable, de lo invencible que lo toca
algo carcome la mirada de los efímeros y en
la razón que despierta la membrana al abrir
la rugosa ranura de otro otoño que guardas
como desove donde acaba el huevo lavado
porque no hay eternidad que tenga tu edad
y como fatua tapioca que por avizorar pasa
a ser sorda en los aledaños del osco badajo
vendrán centellas parecidas a rabo de búho
que en ese festejo a la sazón del plenilunio
tapa con el zodíaco las sobras del puchero
que en su arrastre de aromarios ejercitan la
higiene de los mimos oyéndolos llegar a la
voz que llama en el llano ya tu ovillo halla
cuando la hora llega de abandonar la quilla
o apurar en lo caduco la plasta de impostor
que cambia el oro por el ojo que enamoras
con el brillo de abalorios elogiados al azar
por quien zarpan los barcos del zar un día
de tormenta en el lenguaje del que escribe
una imagen oral para nombrarla en el elán
que en la lengua pone orlas de habladurías
y hablo de aquella tan breve como una tos
en el atardecer al quitarse tal ficticia saliva
de los belfos frente a un espejo acharolado
donde vibra la blusa de ilusa al desvestirse,
ah de la mujer en su mudar de lenta caricia
la tan terca cuando se pone pies de tortuga
caminando para atrás en la orilla del tiempo
pero te apuras, pues la dicha sale a tu jardín
y ya sal de mi Botticelli, que te salgas veloz
y pon tu Venus a respirar en concha opalina
que obra el inmóvil mar con ceniza de agua
que mucho está lloviendo en los trigales de
Cádiz, que se abre otra ostra para los vivos
que allí dentro ni sueño, ni gitanos, ni cero.
Volver a Eduardo Espina