Poemas de Eduardo Langagne
- Aquel tren
- Atención
- Breve historia
- Búsquedas
- Canto por el hombre que bebía música
- Carta a Gelman fechada el tres de mayo
- Dispersiones
- En el sueño la imagen
- Esta mujer y yo
- He emblanquecido mi pelo...
- La mesa del escribano
- La vieja fotografía
- Me pondré la manzana
- Muerte de Rilke
- Navegantes
- Percusiones (canto grave para tambor solo)
- Persona, personae
- Piedras
- Poema encontrado en un rincón
- Qué hago con mi corazón...
- Siempre la rosa
- Soneto del domingo
- Una vez lo dije pero ahora ha vuelto a suceder
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Eduardo Langagne:
Qué hago con mi corazón...
¿Qué hago con mi corazón?
¿Lo dejo que siga inquieto?
¿Lo impugno duro? ¿Lo reto?
¿Lo incluyo en esta canción?
Cuando toda su expresión
es separarse de mí
y hacer todo para sí
sin ni siquiera inmutarse
¿Cómo pudo enamorarse
si yo no se lo pedí?
Dispersiones
I
ella tiene el pelo corto y su cara toma los más
despiadados amarillos, tensa las cuerdas pensando
en los guerreros que limpiaban su lanza en la
entraña enemiga.
luego canta con la seguridad de un pirata que ha
encontrado en su mapa el sitio exacto del tesoro.
II
en tus pesadillas soy un extranjero que mira madurar
tu cuerpo, el mar es un fruto verde que no podemos morder
porque la lengua reconoce la traición y la desdeña, el tigre
corre, a pesar de la bala en sus costillas, la poesía
no se crea ni se destruye, sólo se transforma, escribo ahora
que la inmóvil terquedad de la tortuga me aviva el rencor.
III
con la guitarra desgarramos nuestros odios, nuestros más
amorosos rencores; al cantar elegimos la manera de morir,
permanecemos en la muerte.
Soneto del domingo
Llega el domingo con su magia absorta, me habían contado ya de su llegada, del fatídico tedio de la nada, del derroche del mundo que lo aborta. No hay voces que resuenen en la corta humedad que se expresa desolada, no hay palabra que venga estimulada por la sangre que ahoga en esta aorta. Mi alma no ilumina, estalla muerta. No supo cómo afrontaría este reto: el corazón que juega nunca acierta, este domingo permanece quieto con su ironía de sol tras de la puerta. Ya voy a terminar este soneto.
Búsquedas
si un hombre busca su corazón
en una calle
donde todos pasan
y se camina como si el mundo fuera otro
es que lo habrá perdido ahí o no recuerda
si fue en un terremoto o en aquella mujer
que volvió negro el corazón del hombre
si un hombre busca su corazón en la batalla
es que lo trae consigo
y piensa que aquel ruido aquel dolor
aquel golpe en su pecho
es una multitud o una mujer
pero lo trae consigo
como una furia o alegría
inseparables
Carta a Gelman fechada el tres de mayo
En este día bebíme tres cervezas por usted,
por Juan y juan, indistintamente hombre o poeta;
conspiré por la poesía toda,
escribí un poema de amor
sobre la lápida donde escarbo mi sueldo semanal,
leí a Tuñón, hermoso,
y aun sin haber encontrado una ranura
donde echar veinte centavos, miré el mundo,
el verdadero, el otro,
por el que conspiramos y escribimos,
por el que amamos aunque a veces
la mujer sea parecida a una seca negación.
El sexto whisky, que no había confesado,
se derramó por Dylan Thomas y su burra,
por un sorbo y el último hielo
que en su garganta se detuvo
para que el mundo generara temblores.
Y si el mundo tiembla
es una forma también de celebrar su cumpleaños,
juan poeta.
Qué carajo, Juan Gelman:
que usted la pase bien.En el sueño la imagen
En el sueño la imagen se advierte en blanco y negro;
es un espacio incierto, igual que las palabras.
Los ojos adivinan de aquel cuerpo el contorno,
las sombras, los oídos. Los odios dan aromas.
El que sueña no sabe por que tanto alboroto:
quién penetra, perturba, perpetra, parapeta;
quién, intruso, introduce el uso del temor;
quién atisba y observa lo que el sueño desarma.
Todos tienen derechos para entrar a tu sueño,
pero el sueño, cuidado, es solamente un sueño.
Habrás de despertar y negarte. Negarte
a que haya cancerberos cuidando lo que sueñas.
Pero todo era un sueño, sudoroso recuerdas
que ayer te recostaste en esta misma cama,
que eres tú y es tu misma habitación. Por eso
estás contento. Miras a tu mujer dormida,
apacible y desnuda como el volcán cercano
que descansa al oriente, detrás de tu ventana.
Y repentinamente no sabes si ella es otra
o la tuya. Miraste otras espaldas, nunca
creíste que dudabas, confundías o mezclabas
la memoria y el sueño. No despiertes entonces.