Desaparición de Rodrigo Lira

Eduardo Llanos

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Algún día se sabrá
que hicimos nuestro oficio el más oscuro de todos
o que intentamos hacerlo
Algunos ejemplares de nuestra especie
reducidos a unas cuantas señales
de lo que fue la vida en estos tiempos
darán que hablar en un lenguaje todavía inmanejable
Las profecías me asquean y no puedo decir más.

Enrique Lihn La musiquilla de las pobres esferas, 1969



Para despedirme de ti, Rodrigo,
me asomo a esta hoja en blanco
en que tu rostro aparece de repente
como un expósito tiritando a la intemperie.

Qué hemos de hacer sin ti, Rodrigo,
sin esas cartas que nadie jamás te respondió,
sin aquella sonrisa desolada
que ni diez mil psicoterapias cambiarían.
Con qué norte vagar ahora por Santiago,
con quién beberemos el café que nos dejaste
sin azúcar y helado como este vientecillo
con que la noche va tatuándose en nosotros.

Que me patee Dios, hermano,
si estoy haciendo retórica con tu nombre
así como la prensa hizo crónica roja
con tus venas cortadas en el baño.

Te escribo este adiós
con las manos chamuscadas y torcidas.
No siento ni mi cuerpo ni mi sangre.
Mi cabeza quedó dando tumbos allá en el crematorio.

Alguien viene horadando nuestras gargantas hace tiempo.
Pero no importa.
Nosotros quedaremos en silencio
para que tu voz
haga vibrar entera esta ciudad.

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