Ayer fue amor. (Ayer, amor, ¿qué ha sido
de la emoción aquella?). A la mañana
amaneció en mi frente un sol venido
desde muy lejos, desde tu ventana.
Hoy te hablo, amiga, en nombre de estas manos
y estos ojos perdidos de hombre ausente
que en ti soñó sus sueños más cercanos
y comprendió la vida de repente.
Amada lluvia fresca en los caminos,
tú ayer estabas en el mar, venías
a hacer los aires tuyos femeninos
desde aquel reino donde tú vivías.
Hoy pareces estar -oh, sueños vanos
de ser y estar aliado de la gente-,
hoy pareces estar convaleciente,
parapetada en mundos sobrehumanos.
Uva de piel radiante, los racimos
hacia tus labios van dando un viraje
desde la tarde aquella que estuvimos
mirando juntos hacia aquel paisaje.
¡Oh, verdades hermosas escondidas!
Tu cabeza inclinada, tu cabeza
vencida por la luz por sorprendidas
palomas y alas dulces de belleza.
Has ilustrado tantos claros días,
has paseado tanto amor... Quién sabe
si ahora te vuelves a esas lejanías
y amas tu corazón aquel, quién sabe.
Hoy quiero amar al tiempo que has tenido
alrededor cuando eras niña apenas;
fuiste entonces tanto, tanto he sido
y ahora somos pasado a manos llenas.
Hoy quiero amar la vida en tu memoria.
Deja tú que la vida represente
sus diminutos dramas y haga historia
de cosas que no son eternamente.
Deja pasar los años... No se evade
la fe con la ceniza pasajera.
No fíes de este mundo, Que traslade
la muerte nuestra sombra verdadera.
Seremos fondo y forma de energía,
cosas de tierra en sí cristalizada.
Al final todos juntos giraremos
al aire y al silencio de la nada.
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