Por horas
permanezco
como en trance
oyéndome pensar
por horas.
Puedo sentarme quieto
un día entero
y hasta varios días
sin que sepa
por qué me agreden
como víboras hambrientas
los atardeceres de la memoria.
Quizá en el momento
en que pueda percibir
con meridiana claridad
la voz precisa
del silencio
en lugar de este rasposo fluir
de ideas
que se persiguen
unas a otras
sin tomarme en cuenta
logre descifrar
de golpe
el sentido exacto
de esta espera.
Volver a Enrique Jaramillo Levy