La casa

Etnairis Rivera

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El vacío de las sombras destechó mi cabeza
y la casa quedó dolida, suspendida en el asombro.
La casa, con cuerpo de hombre alto y acento del sur,
quedó tocada de ese rayo raro de locura,
insomne estancia del deseo,
brazo mordido de pasión, como medalla de guerra.
Sorpresa es la sombra, el vacío,
la cabeza que huye e intenta los más recónditos escondites.
Perseguida por la dolencia, mi cabeza está rota,
abierta al cielo, por donde se cuela alguna nube,
escindida en cuatro puntos cardinales y dispersa,
por la tempestad azotada, hecha polvo del tiempo,
disponible a cierta especie de muerte.
Mi cabeza destechada pulsa un desvarío.
¿Quié dijo, otra vez, que fue el amor?
El amor y su amanate conflictivo,
enredado en la sombra de un vacío, lento rato vacío,
que dejó sin techo mi casa.

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