Veo los eucaliptos que ocupan la colina,
donde reduce el trópico su barbara violencia.
Más que la luz, benéfico vapor los ilumina.
Son la agradable forma de la benevolencia.
Sus ramas se estremecen, nutridas por la esencia
que el aire en el espacio profundo disemina.
La tierra generosa, la tierra de excelencia,
sus prodigalidades perennes origina.
¡Y qué esplendor el suyo! Celestemente buenos,
los árboles de zumos y olores están llenos.
Pródigos eucaliptos en la diurna flama.
Recibo su abundancia de zumos y de olores,
y siéntome colmado de todos sus favores.
Bajo los eucaliptos la bondad me reclama.
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