V
Dios me llega en la voz y en el acento.
Dios me llega en la rosa coronada
de luz y estremecida por el viento.
Dios me llega en corriente y marejada.
Dios me llega. Me llega en la mirada.
Dios me llega. ME envuelve con su aliento.
Dios me llega. Con mano desbordada
de mundos, Él me imprime movimiento.
Yo soy, desde las cosas exteriores
hasta las interiores, haz de ardores,
de músicas, de impulsos y de aromas.
Y cuando irrumpe el canto que a Él me mueve,
el canto alcanza, en su estructura leve,
la belleza de un vuelo de palomas.
Volver a Evaristo Ribera Chevremont
Sumamente sublime y hermoso, Dios los vendiga a Todo lo k leen este poema.
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