Yo era un bramán conocedor del Veda;
Yo me vestía mi ropón de seda,
Y en concurso de santos y de sabios
Oía, cual rumor de la arboleda,
Toda la inspiración, la ciencia toda,
Manar, al escaparse de mis labios,
Los versos de Valmiki en la pagoda.
Yo congelaba el iris,
Y al rayar de la aurora,
Las nieves eminentes
De los Dawelaguires,
Nimbada de vapores refulgentes,
Que hería un soplo de oración sonora,
Eran tímpanos cándidos de rimas,
Rapsodias profundísimas y extrañas,
Con que daban a Brama, las montañas,
Gracias por las edades de sus cimas.
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