Mi vida es el silencio de una espera...
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.
La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.
Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala...
-¿Estás ya aquí? -le digo, y me parece
que «Aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando figitiva la floresta.
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