Todos los indicios advierten
que la que se nos echa encima será
una tormenta terrible, resplandeciente;
una vedija de frío sin carmenar,
una cicatriz de gozo,
una red para las redes.
Sólo cuando no es posible acogerse
al sentido práctico de las flores, el aroma
declara su estirpe, y la metáfora
rellena el vacío que la lluvia ha dejado
entre las hojas.
¿De dónde quitas
y adónde pones?.
Quisieras considerar en esa perspectiva
tus camisas tendidas, su estruendo
de sonrisa blanca,
de árbol milenario, casi,
dispuesto a persuadir imágenes,
palabras,
que te unan al objeto del entusiasmo.
Tal vez, antes de tiempo,
un soplo artístico te acerque al sótano,
cloaca o cárcel
donde tienen origen los fuegos de primavera.
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