A ti vengo ¡oh al-Hakam!
doliente por Abu-l-Majsi.
¡Dios riegue su tumba
de lluvia perenne!
Yo vivía en la abundancia,
amparada en su bondad,
hoy me refugio en la tuya
¡oh al-Hakam!
Tú eres el guía
al que toda la gente sigue
y al que todas las naciones
dieron las llaves del poder.
Nada temo si tú eres el escudo
en el que me protejo;
ningún mal podrá afligirme.
¡Continúa cubierto de una gloria
que hace someterse a árabes y no árabes!
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