Me contaba mi madre
que aquel pueblo corría como un niño
hasta perderse;
que era como un incienso
aquel aire de huir
y estremecer los huesos hasta el llanto;
que ella lo fue dejando,
perdido entre los trenes y los álamos,
clavado siempre
entre la luz y el viento.
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Cuando nos alejamos de un lugar es él, el que se aleja, nosotros lo llevamos en el alma (nunca nos vamos) -Teresalba-
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