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Francisco de Quevedo



A un amigo que retirado de la Corte pasó su edad

Dichoso tú, que alegre en tu cabaña,
Mozo y viejo espiraste la aura pura,
Y te sirven de cuna y sepultura,
De paja el techo, el suelo de espadaña.

En esa soledad que libre baña
Callado Sol con lumbre más segura,
La vida al día más espacio dura,
Y la hora sin voz te desengaña.

No cuentas por los Cónsules los años;
Hacen tu calendario tus cosechas;
Pisas todo tu mundo sin engaños.

De todo lo que ignoras te aprovechas;
Ni anhelas premios ni padeces daños,
Y te dilatas cuanto más te estrechas.