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Pedro Jes�s de la Pe�a



La Zarza de Moisés (El anti-ciprés)




Una vez planté un ciprés.
De mi tamaño.
Verja le dí, no tapia.
Agua y luz.
Malvarrosa cobijo en las adelfas
y sobre el ficus verde compañía.

Lo ví crecer
llamado a ser más alto
que mis generaciones,
varón y hembra a la vez
capaz de autoengendrarse.

Le ví mirarme
por las rendijas de la luna enorme,
en solitaria noche descampado,
y abrazarse a mi cuerpo como enjuto
perro de caza anclado en sus raíces.

Nacidos juntos y a la vez diversos
ninguna muerte iluminó su sombra
ni fundaron en él los cuerpos nido.
Me dio lo que le dí:
origen y conciencia de la belleza arbórea.

Era un ciprés para la vida.