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Pedro Jes�s de la Pe�a
La Zarza de Moisés (Electroshock)
Antes de meter la cabeza
en el horno de gas
te conocí una tarde
en que cortabas leñas menudas
para encender el fuego en el invierno.
Estabas reclinada con el hacha
que reposaba encima de la minifalda
y eras la obscenidad del paraíso
más deliciosamente hecha serpiente.
Tu madre no sabía en aquel tiempo
la rara enfermedad de tu cerebro.
Y ni yo mismo imaginé, al saberte
tan pronunciada de cadera y muslos,
que un gusano muy lento caminaba
en tu sangre.
Cuando te ví en el hospital atada
de pies y manos sobre la camilla
no parecías la misma. Y no lo eras.
El diablo del espíritu había invadido
hasta las mismas raices del cabello,
en otro tiempo firmes y sedosas.
Nadie tuvo la culpa o quizás sí.
Quizá fue predecible tu locura
y no supimos leerla en ese instante.
Luego, cuando asfixiaste tus pulmones
lo mismo daba saber que no saber.
Sólo puedo decirte, tras tu muerte,
que nunca enciendo el fuego de la hoguera
más que con viejos papeles de periódicos.
(Poema inédito proporcionado por el autor)