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Rodolfo H�sler
Café arábiga
Pido al sol que en tu cuerpo se ufana y destaca
henchido de vigor rojo en las nalgas, mil lados
de la gema más buscada, repentina, ya incendiada.
Tu desvelo me llena y el deseo, tan denostado y
del que tanto dependo, corona mi cabeza y entra
en ti como negro impulso o negro brebaje amargo.
Me detengo ante un paisaje oriental de nubes y
humedad tallado en una piedra, me detengo ante
los pétalos pequeños de la violeta que amo. Te
comerás las diez celebraciones, su contenido, la
virginidad del falo y la traza que deja el
escritor sobre tu cama. Sé que algo vive en ti
cuando me llamas, aliado a mi intención, tan
cerca de mi esfuerzo.