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Rub�n C. Navarro
El Cristo de mi cabecera
Cuando estaba solo... solo en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña,
cuya cumbre, ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes... y tocar el cielo;
cuando sollozaba con el desconsuelo
de que mi Pastora - más que nunca huraña-
de mi Amor al grito nada respondía;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que me moriría
si su almita blanca para mí no fuera,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera...!
¡porque me quisiera...!
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Cuando nos unimos con eternos lazos
y la pobrecita me tendió sus brazos
y me dio sus besos y alentó mi Fe;
cuando en la capilla de la Virgen Pura
nos bendijo el Cura
y el encanto vino y el dolor se fue...;
cuando me decía,
loca de alegría,
que su vida toda para mí sería...
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque prolongara nuestra Primavera...!
...¡Porque prolongara nuestra Primavera...!
Cuando sin amparo me dejó en la vida
y en el pobre lecho la miré tendida;
cuando até sus manos, que mostraban una
santa y apacible palidez de luna
y corté su hermosa cabellera bruna,
que en el fondo guardo de mi viejo arcón;
cuando, con el alma rota en mil pedazos,
delicadamente la tomé en mis brazos
para colocarla dentro del cajón;
cuando muy enfermo de melancolía,
una voz interna siempre me decía
que ya ¡nada! me consolaría,
¡le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque de mis duelos compasión tuviera...!
...¡porque de mis duelos compasión tuviera...!
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Hoy que vivo solo... solo, en mi cabaña,
que construí a la vera de la audaz montaña.
cuya cumbre ha siglos engendró el anhelo
de romper las nubes y besar el cielo;
hoy que por la fuerza del Dolor, vencido,
busco en mi silencio mi rincón de Olvido;
mustias ya las flores de mi Primavera;
triste la Esperanza y el Encanto ido;
rota la Quimera,
muerta la Ilusión...
...¡Ya no rezo al Cristo de mi cabecera...!
¡Ya no rezo al Cristo ... que jamás oyera
los desgarramientos de mi corazón...!