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Victor Hugo Pi�a Williams
El bitorso
Para Laura Orozco
y Fernando Solana
Todo.
Te empujo el palabrerío
que me hace el cuerpo,
te soplo la lengua
que te gritas.
Hela ahí habla verrionda
de boca en boca.
Él la habla,
hablija de ella deshablada en la quemadura queda del aire,
su duna adelia su puente adunco,
nabla de su rijo que cantarilea las gémulas de su ardida.
Él la habla,
él habla ella
como palabra de carne
-soy yo ¿te oyes?-.
Corres por la voz que te corre,
trasgueas a vueltas de tactos.
¡Ah traviesuca,
te atravieso de verba!
Te palabro pues locuela,
locuela en que me hablo sin entenderme al oído de lo ido
[en el arrecil de la yacedumbre.
Blablamos bla blablamos.
Balumosos blablamos bla.
El verbo de dios,
el vergo de dos en la medusa.
Toda.
Te brago a manos llenas.
Te voy hacia vas,
como rezo de saliva.
Te aviento la yerba de la sal,
no puedes que te puedo
a puños abiertos a lo largo labiado del satín rubescente,
en andanadas de estupores que el oxígeno bate como alas
[a través del nubazón de teamo.
No podrá ser sino
que te coja los quejidos y junte sus favilas de vaho
y sienes,
que te acoja las uñaradas,
que te criature el triángulo
a méntula.
Tendré más celos de ella que tú los tuviste de mí.
Me la haces y te la pago.
Irrúmate de mí.
Así asá. Desgózname. Gozo.
Te muevo guerra,
te extravío en el humo de las cabras que
[incendian.
Te revuelco a mal hacer,
se te caigo el cielo.
Me río, je, con los dientes molidos del que se tragó el
[gritor del cuerpo llano.
Ah con qué odio me miras del que un bien se sabe amor.
Aquí y aquí mandobles de testa que busca.
Mátame vivo y culiándote,
que la hilaza voltiza del viento que luchamos
acinture su maleza,
fugue su flogisto,
el vaporzuelo del animal que se despereza
en la pausa híspida de su solivianto
[de mío tú yo,
Se repina sobre sus cuartos
la bestia
de las dos espaldas.
El bitorso.
Mamígero,
hominiano feminifloro,
nudívoro.
Plexo en delta que levanta hacia la fullona de la boca [dupla,
su celaje partido,
sus zetas, jotas y
[gluglús de vanifuerza.
Y más lejos beso en agraz, la astomia ya cundible por
[toda la pirámide de las cinturas.
Ni vestiglo ni endriago ni egipán.
(aunque el hirco que te
[lamo mucho
a narices febridas de liso sabor y pelaje
es homilía de celo montes).
De la familia de los estrigidos de la estruacion.
Adéfago igual sin hocico o con el solo costurón de los
[labios.
Abléfaro bifronte que a ojos pende de la plomada solar.
Gasterópodo sobre el lento relámpago
[del sudor.
El sucio lambucear de dos castores y poluxinos.
Ápice morado y protáctil les
[dardea el paladeo,
las centésimas de carne de la subitación ascensa,
de halcón arenisco,
de carnero hendido en su corcovo diosador, en su ayunta
[de harina crecedera y orinada por lo vivo.
Aquí estamos el bitorso,
¡cómo roe la peñasca de su abrazo!
Míralo alamparse enroscado en el tubérculo de su vacío
[de linfa y luz seca.
Ah cómo te aflijo el infíbulo.
Partimos el ovezuelo que blabla bla.
Te Dido o digo.
Me tienes tu tener, ten.
Folgamos como es razón.
Digamos higuera por ejemplo.
Vamos, ea.
Nace y muere, mata y vuelve el crío entre las piernas.