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Claudia Lars



Dibujo de la fuga (II)



Su puerta
-arco de almíbar y de sal menuda-
abre el tiempo de blusas uniformes
debajo del almendro y la campana.

Creció mi corazón
como una flor esquiva por mi sangre,
sufriendo la indagante compañía,
un delicado miedo y la nostalgia.

Alguien dijo: es amor...
pero yo lo guardé con mis peinetas.
En música inicial, en largas noches
le dormí como a niño que amenaza.

Ella nada sabía.
Se apoyaba en mi dicha sin mirarla.
Por su país esbelto
iba el césped buscando lo que sube.

De sus dones abiertos
cogí el idoma fino, inmaculado.
Venía tiernamente hasta mi libro
con su origen de luz, con su garganta.

Tal mi golpe de vida:
solo...a la orilla extraña de los nombres.
¿Quién dibujó en el muro, en el cuaderno,
ese veloz mensaje de saetas?

La inmensa pajarera
y un trémulo silencio, siempre frágil.
Su suave fuerza deteniendo ríos
y fundando ciudades en el alma.

Ardor de mi pureza.
Cuna de fuego en pequeñez colmada.
¡Génesis de la abeja en mi pecho
buscando sus dos alas!