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Clementina Arder�u



Canción de la hermosa confianza



A mi amado entregué
todas las llaves;
tengo a cambio las suyas,
y hechas las paces.

Pero queda una estancia,
en lo profundo,
donde entrar no podríamos
ni unos segundos.

¡Tantas fuerzas ocultas
y pensamientos,
libres a todas horas
hay allí dentro!

En vano intentaría
fisgar un poco:
una piedra no haría
tanto alboroto.

Bástenos una sombra,
leve rumor.
Y que él lleve sus cuentas
como hago yo.