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Omar Garc�a Ram�rez




Yo esperaba



Yo esperaba de niño
frente a la ventana de la tarde
un cometa de flamante estela
azotando la cara del sol.
Yo esperaba
un caballito blanco
con cola dorada, sobre el que cabalgaría hasta el fin de la tierra.
Años después...
Yo esperaba una muchacha callada
que en silencio leyera a Gustavo Adolfo Bécquer en un balcón rodeado de golondrinas.
Yo esperaba un estado socialista,
en donde el amor fuese la primera fuente de la felicidad.
Yo esperaba saltar con Neil Armstrong en la cara almidonada de la luna.
Pasaron los años...
Cayó mi cometa
estalló contra un planeta abandonado,
me estrellaron una tarta de azufre en la cara en medio de la vía. Mi caballo blanco murió de brucelosis.
El estado socialista ideal que visité, era una prisión tropical con un pequeño sátrapa, que caminaba en zancos durante los desfiles patrios,
repartiendo caramelos de esperanza revolucionaria.
Ya no espero,
ya no rumio,
ya no vuelo,
ya no sueño,
ya no planeo,
tan solo trato de aterrizar;
ya no alunizo, solo caigo sin parapente, caída libre dentro del abismo.
Cometa-Prometeo,
denso espectro de metal y fuego.

Entonces en aquella ciudad...
Esperaba casi magullado, (amaestrado por el dolor quizá...) dentro del túnel,
el ultimo metro a la felicidad.
Era como llegar de la jornada
del vagabundeo urbano
a la calidez de la cama caliente
la mesa servida,
copa de vino y cigarro andaluz.
Yo esperaba,
que la cosa no se prolongase mucho tiempo, en medio del paro,
que el problema se arreglase, que se pudiese al menos vivir,
y salir del atascón.
–Nadie puede pedir peras al olmo,–
(es decir yo hacía lo que se podía y en medio de la ciudad aprendí a moverme, como se debe mover un ladrón en la metrópoli; es decir como pez en el agua, como barracuda cerca al banco plateado, como tiburón blanco después del naufragio).
Podría decir...
Que en algún momento
no faltaba nada,
Malena y yo lo teníamos todo
La nevera estaba llena y mis manos eran ágiles y se deslizaban con alegría pasmosa dentro de los gabanes y pantalones de los turistas, en pos de sus carteras pletóricas de dólares.
y eso es mucho para una persona que no pago el servicio militar,
que nunca fue de burócrata,
Que no fue de rodillas a la iglesia, ( la verdad es que mis padres no me habían bautizado.)
Que nunca voto, ni marco papeleta alguna,
porque a ellos les interesa que uno lea su basura, su mierda, sus engaños; que uno vote y se meta de cabeza en esas cosas.
Lo único que pedía era cariño y fidelidad,
fidelidad a la hora de los hechos,
fidelidad a la hora de la verdad.
...Pero también eso falló, la doncella que leía a Bécquer, comenzó a leer las revistas corazón.
(Aconsejo,... nunca dejéis que vuestras mujeres lean las revistas de corazón, si no queréis ver el vuestro, estrujado como un papel arrugado y viejo tirado en la basura.)
La que bailaba como una sirena dentro de la piscina privada de nuestra felicidad de maleantes existencialistas.
De poetas de la acción...
Se fue... Se esfumó, se evaporo, se transmutó, se fue como un maniquí de plástico, con el pelo teñido y la sonrisa de vinilo rojo, con minifalda de cuero negra y el último botín...

Ya no espero...
Solo merodeo dentro de los túneles
Buscando la víctima propiciatoria.
Esperando sin perder el cigarro de los labios, el ultimo tren de la felicidad.
Puedo esperar hasta el alba,
el bus
de los guardianes del centeno,
los meticulosos trabajadores de la factoría de avispas,
a los vendedores de shop-suey,
y los ladrones y cabareteras de la Gran Vía.
Viendo pasar a los talladores de cristales negros, a los maleantes de la Yakuza, a los marineros normandos, a los gitanos húngaros; a las mulatas de Abisinia, de Costa de Marfil, de Guinea y del Congo; los chulos de Madrid, las Drag-Quin de Barcelona; todos y todas caminando alegres en medio de los juegos pirotécnicos hacia la torre de Babel.
Viendo los besos de chiclets de los cibernéticos amantes
que caen con gesto robotizado sobre una calle
de soledad metálica.
A veces voy a buscar a las trajinadas mujeres del puerto con aliento de maderas portuarias
y aceite de cangrejos bermejos
entre las piernas.
Ya no es tiempo de la cuestión.
Ya no es tiempo de la pregunta o de la duda.
Era solo la pieza fundamental a la que yo le daba vueltas y más vueltas, ya ve usted,
que venía buscándole respuesta, que venía siguiéndole los pasos,
pisándole los talones y se escapó...
Elemental, trascendental,
accidental, occidental.
Ya se fue la perra asiria
La babilónica meretriz
La puta de Bangla Desh.
La zorra de Estambul.
La hetaira de Roma
La perra de Sodoma, la putilla de Sevilla
ya puedo llegar con el ataque de frío en la madrugada,
después de mi trabajo de sombras chinescas en los extramuros del entorno.
Al licor de los primeros minutos del alba,
a la muerte lenta
con beso de resaca en la mañana.
Ya se puede llegar tranquilo.
Nadie espera por mí, y yo no espero a nadie.
El reloj negro,
de tic-tac seco y metálico,...
¡lo estrellé
contra la pared de la miseria!