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Mar�a Eugenia Caseiro
No soy yo
Porque el mar se ha quedado
putrefacto en otra orilla,
yo inconforme,
con mis párpados ceñidos al calor y al verde claro
de una isla,
de un fulgor,
estas plumas que han crecido en mí
ya no me bastan.
Lloran también en mí
todas las castas
-y la ciudad de papeles recortadospara
ser lo que no quiero
en el destierro de mi misma
en esta calma de mis pies
que acampan en el nido
de otro mar que no me busca.
No soy yo la que miraba
en el cielo, desmembrado
el impudor, la costumbre
no soy yo
la que nadaba dormida, ciertamente
toda el agua
sin errar un solo pie
o un solo brazo en el silencio
que me amaba
hasta saber de memoria mis latidos
yo sus polvos y sus marcas
en el ruido
con las cuerdas de estos dedos que bordaban
los manteles sin saber de despedidas
ni nostalgias.
Esa voz que ahora me suple
y su sombra indefinida en la dureza de un adiós
luego me canta.
Ha llamado inútilmente,
en secreto a los fantasmas
de la piel que la olvidaron.
Y la máscara,
que a veces me sonríe con una risa empolvada
con una mueca de niña
con unos ojos lejanos
clavados en la playa que fue suya,
en la calma,
que busca los precipicios
para gritar en silencio
con el eco desdoblando
la caricia deseada;
de una ola,
de una huella,
en las agrias baldosas de estos pies
que ayer buscaban
su justo lugar entre las cosas
y hoy desean conciliarse
con sus antiguas pisadas.