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Mar�a Eugenia Caseiro
De profecías y puertas
Soy araña feliz sobre la tela
en el ir y venir de las agujas
hasta sentirme olvidada
de las flor mistificada y de los parques.
Que no me engulla el sol y el agua
para luego segarme.
Soy feliz cuando las puertas
se convierten en perros guardianes
y me siento protegida de la lluvia.
Es mejor cerrar los ojos
que no sepan del color, ni los oídos escuchen
la facundia de las viejas cotorras.
Que las paredes aprendan
a amoldarse al silencio de la piedra,
que el maleficio no llegue
porque hay muertos que suelen repetirse
y nada hay de extraordinario
en que otro día sin suerte
dejen de una vez la puerta abierta
te arrebaten de nuevo el mismo muerto
y se te vaya dos veces, o tres, o cien
¿quién sabe cuántas veces?
Soy feliz cuando las puertas no permiten
que salgan los de adentro
cuando los que aún no llegan
se pierden sin saber si han de llegar
porque hay muertos que suelen repetirse
y nada hay de extraordinario en que se te vaya de nuevo
¿quién sabe cuántas veces?
Nada sé de colocar alfombras
para dar la bienvenida a los extraños;
que se vayan con sus risas de cristal partido,
con sus cofres de badana
y sus cajitas de música
Que se vallan
muy lejos de mis puertas
que saben guarecer de la inútil profecía.
¡Olvídense de mí!
viejos doctores de los presentimientos
Quiero ser feliz convertida en araña.
Déjenme a solas custodiada por mis puertas
porque hay muertos que suelen repetirse
y ya no quiero ver pasar
una y otra vez el mismo féretro.