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Pablo Neruda
Transiberiano
ATRAVIESO el otoño siberiano:
cada abedul un candelabro de oro.
De pronto un árbol negro, un árbol rojo,
muestra una herida o una llamarada.
La estepa, el rostro
de áspera inmensidad, anchura verde,
planeta cereal, terrestre océano.
Pasé de noche
Novosibirsk, fundada
por la nueva energía.
En la extensión sus luces trabajaban
en medio de la noche, el hombre nuevo
haciendo nueva la naturaleza.
Y tú, gran rio Yenisey, me dijiste
con ancha voz al pasar, tu palabra:
"Ahora no corren en vano mis aguas.
Soy sangre de la vida que despierta".
La pequeña estación en que la lluvia
deja un recuerdo de agua en los rincones
y arriba las antiguas, dulces casas
de madera, fragmentos de los bosques,
tienen huéspedes nuevos, una hilera
de hierro: son los nuevos tractores
que ayer llegaron, rígidos, uniformes
soldados de la tierra,
armas del pan, ejército
de la paz y la vida.
Trigos, maderas, frutos
de Siberia, bienvenidos
en la casa del hombre:
nadie os daba derecho a nacer,
nadie podía saber que existíais,
hasta que se rompió la nieve
y entre las alas blancas del deshielo
entró el hombre soviético
a extender las semillas.
Oh tierras siberianas,
a la luz amarilla
del más extenso otoño de la tierra,
alegres son las hojas de oro,
toda la luz os cubre con su copa volcada!
El tren transiberiano
va devorando el planeta.
Cada día una hora
desaparece ante nosotros,
cae detrás del tren,
se hace semilla.
Junto a los Urales
dejamos el buen frío del otoño
y antes de Krasnoyarsk, antes de un dia,
la primavera invisible
vistió de nuevo su tibio traje azul.
En la cabina siguiente
viaja el joven geólogo
con su mujer y un niño pequeñito.
La isla de Sajalin les espera
con sus cuarenta grados
de frío y soledad,
pero también esperan los metales
que han dado cita a los descubridores.
Adelante, niño soviético!
Cómo venceremos la soledad,
cómo venceremos el frío,
cómo ganaremos la paz,
si tú no vas por el transiberiano
a fecundar las islas?
El tren va repartiendo
hasta Vladivostok, y aun
entre los archipiélagos de color de acero,
a los muchachos que cambiarán la vida,
que cambiarán frío y soledad y viento
en flores y metales.
Adelante, muchachos
que en este tren transiberiano,
a lo largo de siete días de marcha
soñáis sueños precisos
de hierro y de cosechas.
Adelante, tren siberiano,
tu voluntad tranquila
casi da vuelta al globo!
Extensión, ancha tierra, recorriéndote,
resbalando en el tren días y días,
amé tus latitudes esteparias,
tus cultivos, tus pueblos, tus usinas,
tus hombres reduciéndote a substancia
y tu otoño infinito que me cubría de oro
mientras el tren vencía la luz y la distancia!
Desde ahora te llevaré en mis ojos,
Siberia, madre
amarilla, inabarcable
primavera futura!