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Manuel Acuna
YA SÉ POR QUÉ ES
DOLORA
A Elmira
Era muy niña María,
todavía,
cuando me dijo una vez:
-Oye, ¿por qué se sonríen
las flores tan dulcemente,
cuando las besa el ambiente
sobre su aromada tez?
-Ya lo sabrás más delante
niña amante,
le contesté yo, y una mañana,
la niña pura y hermosa,
al entreabrir una rosa
me dijo: -¡Ya sé por qué es!
Y la graciosa criatura
blanca y pura
se ruborizó y después,
ligera como las aves
que cruzan por la campiña,
corrió hacia el bosque la niña
diciendo: -¡Ya sé por qué es!-
y yo la seguí jadeante,
palpitante
de ternura y de interés,
y... oí un beso ducle y blando,
que fue a perderse en lo espeso,
diciendo: -¡Ya sé por qué es!
Era muy joven María,
todavía
cuando me dijo una vez;
-Oye, ¿por qué la azucena
se abate y llora marchita
cuando el aura no la agita
ni besa su blanca tez?
-Ya lo sabrás mas delante,
niña amante-,
le contesté yo... ¡después!
Y más tarde ¡ay! una noche,
la joven de angustia llena,
al ver triste a una azucena,
me dijo: -¡Ya sé por qué es!
Y ahogando un suspiro ardiente,
la inocente
me vio llorando... y después,
corrió al bosque, y en el bosque
esperó mucho la bella,
y al fin... se oyó una querella
diciendo: -¡Ya sé por qué es!-.
Era muy linda María,
todavía,
cuando me dijo una vez:
-Oye, ¿Por qué se sonríe
el niño en la sepultura,
con una risa tan pura,
con tan dulce sencillez?
-Ya lo sabrás más delante
niña amante,-
le contesté yo... ¡después!
Y... murió la pobre niña,
y en vez de llorar, sonriendo,
voló hacia el azul diciendo,
-¡Ya sé por qué es!
Ya lo ves mi hermosa Elmira,
quien delira
sufre mucho, ¡ya lo ves!
Y así, ilusiones y encanto,
ni acaricies ni mantengas,
para que, al llorar, no tengas
que decir:
-¡Ya sé por qué es!