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Aida Elena Parraga
Solo
acompañado por los jades de la hierba
llora el ciruelo
su corazón roto.
Allá, donde nada crece,
donde la raíz es huérfana de todo,
llora el ciruelo
su corazón roto...
¡Cuanta lágrima de almíbar
en el fondo de la copa!
Igual que el hombre,
el ciruelo ahoga
en espíritus de granos
sus heridas...
Allá,
solo,
donde nada crece
en un eterno brindis por la vida.