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�ngela Ib��ez




Anillos de humo (II)

II


Me he dejado caer por el círculo
De tu concupiscencia azul
Pájaro labio que quería anidar en mi vestido.
Me he descolgado por la boca del tragaluz
Absorbida en la oscura profundidad de tu inspiración
-último pasajero de mi destino-
que ha creado todos los monstruos
que ha arquitecturado escalofríos de lascivia
balizas de abordaje para cualquier noche marina.
El desembarco resultó prematuro
Todavía había luna que sujetar en el agua,
Mareas para retener en la frente
Las nereidas abisales no habían regresado a sus lechos.
Y Nadie estaba detrás de poniente, esperando el ocaso.
La libertad de ser nadie uno mismo
Es difícil de aceptar en el contraluz de cristal.
Han pasado siglos desde que Ulises se alejara de mí,
Pero yo sigo tejiendo –la historia-
En la tercera generación se mudaron todos los calzoncillos,
Fue una mutación genética espontánea.
Las túnicas se pasaron de moda y de mediana
Y la curva se disparó sola hacia la cadera
Marcando una nueva alianza
que resonó con la campana de Gaus.
Las sirenas se habían alejado den su llamada metamorfosis
De fábricas alzadas bajo cualquier nombre o dios.
Las siglas en último extremo expresaban una indeterminada
Aún sin hallar pero cuánticamente definible.
No era necesario sellar nada, ni siquiera con un sello el dedo,
La última carta posible en la jugada del azar.
Se me caen de sueño los anillos de Nadie.