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�ngela Ib��ez
Anillos de humo (IV)
IV
Nadie ha retornado al mar en una tarde de lluvia azul,
Entre la lágrima de cristal de una canica
Que nunca rodará por los márgenes de los genes de Rodas.
Embravecido el mar por los alerces de la costa del Helesponto.
Los Dardanelos grisean el horizonte de Esparta,
Que a través de los años queda lejos, perdida en la bruma,
Sin el recuerdo turquesa engarzado los límites festoneados de Licia,
Ya envejecida por siglos blancos en los cabellos canos de la Capadocia.
Toda lejana y desdentada. Socavadas las encías por la muerte prematura.
Kekova surge, dátil navideño brotando a borbotones dorado de palmeras.
El recuerdo se va por las colinas de las seis
Frente alas nueve sepulturas ya cerradas. Ya cuarteadas.