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Daniel Garc�a Helder



XI (acá el agua está muerta de verdad)



El sol deformado tras un culo de botella
en un cielo con emplomaduras sobre
la cabecera del puente, negros los fierros,
negra el agua, gris sucio el smog por toda conciencia
fluctuando en la tibia compota otoñal.

Fletar muertos de una orilla a otra la misión del botero,
cada muerto con su moneda debajo de la lengua
a modo de peaje, pero este que rema de memoria
en el agua que hace globitos, quince golpes
de remo cada vez, iguales en técnica, frecuencia y empuje

hacia una playa de óleo y dispersión, barro, pelos, paja,
detritos alquitranados, el muelle de teclas entre camalotes
de un verde flema con flores que son
cada una una paradoja, este botero hundiendo,
empujando, hundiendo, empujando
el remo en el agua con visos de azul en lo negro,
de morado en lo azul, no es el botero sino un botero
al que le falta una pierna, no importa, se arremanga,
los que transporta tampoco están muertos, mustios
tos doce horas de trabajo, a lo sumo, y sin nada que decirse.