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David Moya Posas
Romance del dolor ilímite
La penunbra humedecida se tendió
cómo un abrazo y alumbraron los espejos
de la antesala del llanto.
Hasta las piedras el pulso
fue llevando su delgado paisaje de enredaderas
y bosquecillo aromático.
La vida le hacía gárgaras
por las grietas del costado
y a la tiniebla oprimída
por las cárceles del barro
le mandaron los planetas
su luvia de candelabros.
Para llegar a los muros
se hizo círculos el campo.
Las flores guardaban
una tímida estrechez de clavos.
Farol y viento vinieron
a la herida de sus párpados
donde moría una danza
de esqueletos inalámbricos.
_ Marco Antonio se murió
gritaban por los gimnacios.
_Se ha fugado el domingo
la sierpe de su zapato
que se enroscaba a los cuellos
con gritos de medio campo.
_Sólo ha quedado el aullido
estelar de los fanáticos.
Se va una voz de la oscura
muchedumbre de los pájaros.
Quedó su grito social
por las fraguas y el arado.
Quedó pensando en el suelo
cómo el Merendón su canto.